La maldición del amor verdadero

Y la maldición de las historias decidió dejar de mirar. Había llegado el momento de dejar solos a aquellos dos para que fueran felices y comieran perdices.

—No —dijo ella, un poco avergonzada—. Solo me había olvidado de respirar.

—¡No! —gritó Jacks—. ¡Otra vez no!

Evangeline no tenía ni idea de lo que había pasado, ninguna pista sobre que Jacks había usado ya las piedras para volver al pasado por ella.

él era el ángel que se la llevaría al cielo.

—No voy a llevarte al cielo

con los ojos azules y el cabello dorado

No recordaba con claridad los meses anteriores a su muerte, ni nada de lo que había ocurrido después. Ni siquiera recordaba cómo se contagió de la fiebre que lo mató.

—Estoy bien. —Le rodeó los hombros con un brazo protector mientras se erguía de nuevo—. Los mataré más tarde.

Otras historias estaban fraguándose en el Glorioso Norte.

—¡Pequeño Zorrillo! —Jacks se sacudió contra sus captores mientras gritaba y maldecía a todos en la cueva—. Pequeño Zorrillo, lo siento. —Su voz torturada se elevó hacia el cielo.