Los colores de nuestros recuerdos

El blanco y el negro son colores en toda regla.
Sólo existen seis colores básicos: el negro, el blanco, el rojo, el azul, el amarillo y el verde.
Luego vienen los cinco colores de segunda fila, a los que se llama erróneamente «semicolores»: gris, marrón, rosa, violeta y naranja.
Todas las demás tonalidades son sólo matices o matices de matices.

Rojo: remolacha, filete de atún rojo, alubias rojas, fresas.
Naranja: zanahorias ralladas, eglefino ahumado, puré de calabaza Hokkaido, ensalada de naranja.
Blanco: ensalada de endivias, filete de bacalao, arroz, queso blanco, lichis.
Verde: ensalada de pepino, tortellini al pesto, lechuga, flan de pistacho.
Marrón: ensalada de lentejas, carne de ternera a la plancha, puré de castañas, mus de chocolate.
Negro: huevas de lumpo, paté de aceitunas negras, risotto con tinta de sepia, pastel de semillas de amapola

gente respetable»–, sino al de

El historiador sabe bien que el pasado no es sólo lo que ha sido, es también lo que la memoria hace de él.

el saber occidental no es una verdad absoluta, sino sólo un saber más entre otros. Por añadidura, esos saberes ni siquiera son unívocos.

También se trata de un intento de colorear. En efecto, hay multitud de recuerdos visuales que no conservamos en tonos definidos, ni siquiera en blanco y negro, ni en blanco, negro y gris. No; andan perdidos en nuestra memoria y son sobre todo incoloros. Pero cuando los evocamos, cuando los hacemos brotar con una intención definida, es como si los pasásemos a limpio formal y cromáticamente a la vez: nuestra memoria aclara los contornos, fija las líneas, y nuestra imaginación se encarga de dotarlos de colores, colores que quizá nunca tuvieron

porque, en tanto que historiador de los emblemas, sabía que los colores de las banderas son colores abstractos, conceptuales, heraldizados: el matiz no cuenta.

Que Gino Bartali, campeón ejemplar, lo haya visto aclararse a lo largo de las décadas y de sus victorias es, en sí mismo, un documento histórico.

Puede aplicarse a otras banderas europeas y traduce ciertas mutaciones generales de sensibilidad en el campo de los colores. Por ejemplo, se podría constatar lo mismo en relación con el azul de la bandera francesa: casi siempre oscuro entre las dos guerras, y todavía azul marino cuando yo era pequeño, en los años cincuenta; luego un poco más claro dos décadas más tarde, y claramente azul real hoy en día.

l oro es a la vez materia, luz y color: como tal, exige prácticamente tres enfoques diferentes. Una de las funciones del oro sobre un objeto o sobre una obra de arte, entre muchas otras, es la de reflejar la luz, la de ponerla en movimiento, de hacerla «hablar»