Pequeñas desgracias sin importancia

Es el principio de mi cura. Porque para sobrevivir a algo primero hay que saber a qué hemos sobrevivido.

No tiene que pasar nada emocionante para ser vida

crear un personaje o una vida que merezcan ser salvados. En la vida igual que en la escritura, como en cualquier clase de creación que aspire a ser un éxito, reconocible e inspiradora.

su opinión, ser ambiciosa es lo más bajo que puede caer una persona.

días que no paran de llegar, una y otra vez, el sol que se levanta, los pájaros que se ponen a cantar, hay un momento en el que todo es posible, un momento de esperanza atroz, y entonces se pasa de golpe, las cosas se oscurecen, el día es otra estafa más. Ya no hay quien se libre del tormento de los días.

Además, me dijo que sus mantras se le desvanecen siempre, no puede evitarlo, pierden el sentido y entonces empiezan a aterrarla.

y yo peleándonos. No nos conviene pelearnos. O a lo mejor sí si así tenemos la sensación de estar haciendo algo, consiguiendo alguna cosa, resolviendo problemas.

la sensación de ser un experimento controlado. Mi propio laboratorio ambulante de rabia. Si soy capaz de repetir las cosas una y otra vez, acabarán perdiendo el significado y la rabia desaparecerá.

Y al inclinarnos en homenaje a su talento y su recuerdo brillante deberíamos inclinarnos compasivamente ante su sufrimiento».

Eran mi padre y mi hermana quienes continuamente nos exhortaban a mi madre y a mí a que leyéramos más, a que buscáramos en los libros solaz a la vida, a que calmáramos nuestros males y padecimientos con palabras y más palabras