Abundando en esa idea, afirmé que el único nombre obligatorio era el de Antoine Galland quien, a principios del siglo XVIII, había publicado una traducción francesa de las Noches, de la que en algunos casos se ha dicho que es superior al original. Gracias a esta traducción y a los ecos que despertó, los árabes fueron conscientes, si no de la existencia, por lo menos de la importancia de las Noches. Concluí mi discurso afirmando que, a fin de cuentas, Sherezade era una invención de Antoine Galland.
Fue el mayor error de mi vida. El público estaba fuera de sí: abucheos, protestas, griteríos, injurias, no faltó nada. Me lo esperaba, pero no preveía tanta violencia. Me di cuenta entonces de cuánto aman los árabes las Noches, ellos que las habían arrinconado durante mil años.