Si conviven con un perro habrán pasado largos ratos observándolo mientras descansa a su lado. La respiración suave, el suspiro ocasional, la mirada tan expresiva y a ratos cuentista. En sus ojos de filósofo hay una actitud complaciente y adaptable. A mí todo me viene bien, parecen decir. Yo estoy a lo que tú estés.
Esa existencia sencilla y centrada en lo esencial (amor, comida, compañía, diversión) no conoce el estatus, la ansiedad por el éxito, el temor al descrédito. Cada animal es una ocasión perfecta para curarnos de tonterías. El animal nos redime y nos invita a apreciar lo que uno es, sin más mareos.