La próxima vez que te vea, te mato

Durante un tiempo me esforcé por aprender de la infelicidad. Atraída por lo intenso, me equivocaba esperando obtener catarsis, un conocimiento profundo y verdadero de quién era. Confiaba en que los errores y su dolor tenían un poder, el de volverme inmune. Y prefería reírme del mundo para evitar ser su víctima

«¿Por qué hacen los paquetes de condones tan difíciles de abrir?». «Quizás para que la mujer pueda cambiar de opinión»,

Sentí como si no tuviera el derecho o como si necesitara una visa especial para consolar a los autóctonos.

Incertidumbre que, paradójicamente, me hace poseedora de una previsión infalible: va a ir mal.

mejor que puedo hacer es desconfiar de mí misma.

Me caían pésimo, pero sobre todo odiaba a los que hablaban de las ciudades como si fueran sus parejas románticas. Si no tenías buenos motivos para haberlas «elegido», entonces debías defenderte o disculparte.

siempre he pensado que las personas solitarias, en el fondo, no es que quieran estar solas, sino que les gusta hacer grupo con otros solitarios como ellos.

Lo de suicidarse siempre tiene algo performativo, como si tuvieras que dejar un mensaje. Pero si me suicidara yo, no sé si podría demostrar algo. Hay veces en que no hay enseñanza, ni verdad, ni carta, solo existe dolor.

En realidad, me ofendió que el lenguaje del amor y del dinero se parecieran tanto.

«Cuando la familia pierde poder, gana terreno la policía», escribió Anne Carson,