Cuando Metis estaba encinta, a punto de dar a luz, Urano y Gea aconsejaron a Zeus que la matara, porque vaticinaron que, después de darle una hija, le daría un hijo que le usurparía el trono. Para poder salvar a su hija, en vez de matar a Metis, se la tragó. Llegado el momento del parto, el padre comenzó a sentir fuertes dolores de cabeza y pidió a Hefesto que se la abriera de un hachazo. Así lo hizo el dios herrero, y de la cabeza de Zeus salió Atenea completamente armada y «llena de furor divino», como la describe Luciano de Samosata (Diálogos de los dioses, 8).