La novela del verano

¿Personas aferrándose a la primera cosa estable que se encontraban?

Sí, se explicaba. Se explicaba muy bien.

Fue la primera vez que sentí alivio en semanas y, a partir de ese momento, leí sin parar todas las novelas románticas con las que pude hacerme. Y luego, sin planearlo, empecé a escribir una, y esa sensación, la sensación de enamorarme perdidamente de una historia y de sus personajes cuando brotaban de mí, no se podía comparar con nada.

Fue entonces cuando me di cuenta: cuando el mundo parecía oscuro y aterrador, el amor podía hacerte salir a bailar, la risa podía llevarse una parte del dolor, y la belleza podía erosionar el miedo. En aquel momento decidí que mi vida estaría llena de esas tres cosas. No solo por mi bien, sino por el de mi madre y el del resto de las personas que me rodeaban.

Tal vez, por ejemplo, alguien no pudiera controlar mucho su vida en la infancia. De modo que, para evitar las decepciones, aprendió a no preguntarse nunca qué era lo que quería de verdad. Y eso le funcionó durante mucho tiempo. Pero, ahora que se ha dado cuenta de que no tiene lo que no sabía que quería, va cuesta abajo y sin frenos por la autovía de la crisis de los treinta con una maleta llena de dinero y un hombre llamado Stan encerrado en el maletero.

pero hace un tiempo que no hay nada que me guste,

Enamorarse es la parte que te deja sin aliento. Es la parte en la que no te puedes creer que la persona que tienes delante exista y, además, se haya cruzado en tu camino. Tiene que hacerte sentir afortunada de estar viva en ese momento y ese lugar.

Las personas eran complicadas. No eran problemas matemáticos, eran montones de emociones y decisiones y suerte tonta. El mundo también era complicado, no era una preciosa película francesa algo difuminada, sino un desastre horrible con trazas de luz y amor y sentido

todas y cada una de las personas de este mundo van sufriendo por turnos. A veces lo único que podemos hacer es aferrarnos unos a otros hasta que la oscuridad nos escupe.

La investigación policial había concluido que alguien había echado gasolina en todas las caravanas.

Puede que mi padre fuera un mentiroso y un mujeriego, y que viajase mucho por negocios, pero yo no tenía ningún recuerdo de haberme sentido realmente sola cuando era pequeña. Mis padres siempre habían estado ahí y mi casa siempre había sido un lugar seguro.