¿Qué te parece si aumentamos la familia con un nuevo miembro?
Una pregunta en absoluto descabellada. Desde que se instalaron en Riverton, Beatrix había aumentado el tamaño de su zoológico y estaba siempre ocupada con obras de caridad relacionadas con los animales. También había redactado un informe para la sociedad de historia natural, creada en Londres hacía poco tiempo. A los vetustos ornitólogos, entomólogos y demás naturalistas no les había importado, sabría Dios por qué, incluir a una guapa jovencita entre sus filas. Entre otras cosas, porque quedó claro que Beatrix era capaz de disertar durante horas sobre rutas migratorias, ciclos vegetales y otros temas relacionados con el hábitat y el comportamiento animal. Incluso barajaron la posibilidad de que se uniera al comité directivo del que sería un nuevo museo natural, a fin de contar con una perspectiva femenina que los guiara en ciertos aspectos del proyecto.
Christopher sonrió lentamente sin abrir los ojos.
—¿Pelo, plumas o escamas? —le preguntó a modo de respuesta.
—Ninguna de las tres categorías.
—¡Válgame Dios! Algo exótico. De acuerdo, ¿de dónde procede esta criatura? ¿Tendremos que ir a Australia en su busca? ¿A Islandia, a Brasil?
Se percató de que Beatrix se estaba riendo al notar sus estremecimientos.
—En realidad, ya está aquí. Pero tardarás en verla... unos ocho meses.
Christopher abrió los ojos de par en par. Beatrix le estaba sonriendo, con expresión tímida, ansiosa y tal vez un tanto ufana.
—Beatrix... —Se giró llevándola consigo hasta dejarla bajo su cuerpo y le acarició una mejilla—, ¿estás segura?
Ella asintió con la cabeza.
Abrumado, se apoderó de sus labios y la besó con un ansia feroz.
—¡Amor mío, tesoro!
—¿De verdad estás contento? —logró preguntarle ella entre besos, si bien conocía la respuesta.
Christopher la miró con los ojos empañados por la alegría. Las lágrimas le hicieron verlo todo borroso y radiante.
—Más de lo que me había atrevido a soñar. No me lo merezco.