Lisa Kleypas

Amor En La Tarde

Notify me when the book’s added
To read this book, upload an EPUB or FB2 file to Bookmate. How do I upload a book?
  • b9183049347has quotedlast year
    : El truco está en olvidar lo que se ha perdido… y en aprender a seguir viviendo con lo que se tiene.
  • b9183049347has quotedlast year
    Como dicen los romaníes: «Si te tomas mucho tiempo, el tiempo acabará tomándote a ti».
  • b9183049347has quotedlast year
    Como dicen los romaníes: «Si te tomas mucho tiempo, el tiempo acabará tomándote a ti».
  • Ivanna Peñaloza Acevedohas quoted7 years ago
    ¿Qué te parece si aumentamos la familia con un nuevo miembro?
    Una pregunta en absoluto descabellada. Desde que se instalaron en Riverton, Beatrix había aumentado el tamaño de su zoológico y estaba siempre ocupada con obras de caridad relacionadas con los animales. También había redactado un informe para la sociedad de historia natural, creada en Londres hacía poco tiempo. A los vetustos ornitólogos, entomólogos y demás naturalistas no les había importado, sabría Dios por qué, incluir a una guapa jovencita entre sus filas. Entre otras cosas, porque quedó claro que Beatrix era capaz de disertar durante horas sobre rutas migratorias, ciclos vegetales y otros temas relacionados con el hábitat y el comportamiento animal. Incluso barajaron la posibilidad de que se uniera al comité directivo del que sería un nuevo museo natural, a fin de contar con una perspectiva femenina que los guiara en ciertos aspectos del proyecto.
    Christopher sonrió lentamente sin abrir los ojos.
    —¿Pelo, plumas o escamas? —le preguntó a modo de respuesta.
    —Ninguna de las tres categorías.
    —¡Válgame Dios! Algo exótico. De acuerdo, ¿de dónde procede esta criatura? ¿Tendremos que ir a Australia en su busca? ¿A Islandia, a Brasil?
    Se percató de que Beatrix se estaba riendo al notar sus estremecimientos.
    —En realidad, ya está aquí. Pero tardarás en verla... unos ocho meses.
    Christopher abrió los ojos de par en par. Beatrix le estaba sonriendo, con expresión tímida, ansiosa y tal vez un tanto ufana.
    —Beatrix... —Se giró llevándola consigo hasta dejarla bajo su cuerpo y le acarició una mejilla—, ¿estás segura?
    Ella asintió con la cabeza.
    Abrumado, se apoderó de sus labios y la besó con un ansia feroz.
    —¡Amor mío, tesoro!
    —¿De verdad estás contento? —logró preguntarle ella entre besos, si bien conocía la respuesta.
    Christopher la miró con los ojos empañados por la alegría. Las lágrimas le hicieron verlo todo borroso y radiante.
    —Más de lo que me había atrevido a soñar. No me lo merezco.
  • Ivanna Peñaloza Acevedohas quoted7 years ago
    Por motivos que no le habían sido comunicados, le habían ordenado que llevara a Albert a la ceremonia. Los demás fusileros lo animaron mientras caminaba obediente a su lado.
    —¡Muy bien, muchacho!
    —¡Pon buena cara, chico!
    —¡No vayas a meter la pata cuando llegues junto a la reina!
    —Y esto también va por ti, Albert —añadió alguien, haciendo que todos rieran entre dientes.
  • Ivanna Peñaloza Acevedohas quoted7 years ago
    Durante una de esas visitas coincidió con Audrey, que estaba pasando un par de semanas con ellos.
    La reacción de Audrey al ver al antiguo militar, un hombre alto y de pelo moreno, fue bastante curiosa. Christopher todavía no comprendía cómo era posible que su cuñada, tan serena en circunstancias normales, se mostrara tan tímida y torpe en presencia de su amigo.
    —Porque él es un tigre —le había explicado Beatrix en privado—. Y ella es un cisne. Los tigres siempre ponen nerviosos a los cisnes. Audrey reconoce su gran atractivo, pero no cree que sea la clase de caballero cuya compañía deba frecuentar.
    Bennett, por su parte, parecía prendadito de Audrey. Pero cada vez que se acercaba con cautela, ella retrocedía.
    Y después, con una sorprendente rapidez, los dos se hicieron amigos inseparables. Montaban juntos a caballo, salían a pasear y mantenían una activa correspondencia cuando estaban separados. Si coincidían en Londres, siempre se los veía juntos.
    Atónito por el cambio en su relación, Christopher le preguntó a Bennett cuál era el motivo de dicho cambio.
    —Le dije que una herida de guerra me había dejado impotente —respondió su amigo—. Eso la dejó mucho más tranquila.
    Totalmente pasmado, Christopher logró preguntarle:
    —¿Es cierto?
    —¡Válgame Dios, no! —exclamó Bennett, indignado—. Sólo lo dije porque se ponía muy nerviosa cuando me veía. Y funcionó.
    Christopher lo miró con sorna.
    —¿Vas a decirle la verdad algún día?
    Su amigo esbozó una sonrisa picarona.
    —Tal vez dentro de poco le permita curarme —contestó.
    Sin embargo, al ver la expresión de Christopher se apresuró a añadir que sus intenciones eran honorables.
  • Ivanna Peñaloza Acevedohas quoted7 years ago
    Beatrix apagó todas las lámparas salvo la de la mesita de noche.
    —Hora de dormir —murmuró.
    Christopher se detuvo en el vano de la puerta, observando a su mujer mientras se arropaba después de haberse trenzado el pelo. Ella le dirigió la mirada que a esas alturas tan familiar le parecía. Una mirada alentadora y paciente. La mirada de Beatrix.
    Pasar una vida entera al lado de una mujer así no sería suficiente.
    Inspiró hondo y tomó una decisión.
    —Quiero el lado izquierdo —dijo, y se volvió para apagar la última lámpara.
    Se metió en la cama con su mujer y la abrazó.
    Ambos durmieron hasta el amanecer.
  • Ivanna Peñaloza Acevedohas quoted7 years ago
    —¿Te duele la cabeza? —le preguntó, preocupada, mientras levantaba una mano para rozarle el pequeño apósito que llevaba en la sien.
    Con todo el jaleo que había supuesto la llegada de Bennett a la casa, no habían tenido oportunidad alguna para hablar en privado.
    Christopher se inclinó para besarla suavemente en los labios.
    —No. Tengo la cabeza tan dura que las balas rebotan.
    La mano de Beatrix se demoró en su cara.
    —¿Cómo ha ido el encuentro con el coronel Fenwick? ¿También ha intentado matarte de un tiro?
    Christopher negó con la cabeza.
    —Eso sólo lo hacen mis amigos.
  • Ivanna Peñaloza Acevedohas quoted7 years ago
    Christopher hizo que el caballo fuera al paso.
    —Beatrix. —Su voz se la llevó el viento.
    Ella seguía riendo con el pelo revuelto por el aire, esperando que llegara a su lado.
    En ese momento notó un repentino e intenso dolor en la cabeza. Al cabo de un instante escuchó el disparo de un fusil. Un sonido muy familiar, que llevaba grabado en la memoria. Disparos y el silbido de las granadas, explosiones, hombres gritando, los relinchos aterrados de los caballos...
    Alguien lo había tirado del caballo. Se vio caer muy despacio y el mundo se convirtió en un caos de imágenes y sonidos. El cielo y la tierra cambiaron de posición. ¿Caía al suelo o al cielo? Cayó con fuerza sobre una superficie dura y se quedó sin aliento, sintiendo el cálido reguero de sangre que le corría por la sien hacia la oreja.
    Otra pesadilla. Tenía que despertar, tenía que recuperar el sentido. Pero, por extraño que pareciera, Beatrix lo acompañaba en la pesadilla y lloraba mientras corría hacia él. Albert llegó hasta él ladrando como un poseso.
    Sus pulmones se afanaban por llenarse de aire y su corazón latía con el ritmo frenético de un pez al que acabaran de sacar del agua. Beatrix se puso de rodillas a su lado, formando con sus faldas un nido azul, antes de colocarse la cabeza en el regazo.
    —Christopher... déjame... ¡Dios mío!
    Albert se puso a ladrar y a gruñir al percatarse de que alguien se acercaba. Tras una breve pausa, sus feroces ladridos se mezclaron con agudos gemidos.
    Christopher consiguió sentarse y usó la manga del abrigo para limpiarse la sangre que le caía por la sien. Parpadeó con fuerza y vio la esquelética y desgarbada figura de un hombre que se detuvo a escasos metros de ellos. Un hombre armado.
    Su cerebro analizó dicha arma de inmediato: un revólver de avancarga, de cinco disparos. Un arma reglamentaria del ejército británico.
    Supo de quién se trataba antes siquiera de mirar su rostro macilento.
    —Bennett.
  • Ivanna Peñaloza Acevedohas quoted7 years ago
    Querida Bea, un regalo para tu noche de bodas. Este camisón lo ha hecho la modista más elegante de Londres. No se parece en nada a los que sueles llevar, pero a tu marido le encantará. Hazme caso.
    POPPY
    Beatrix cogió el camisón y, al levantarlo, vio que estaba confeccionado con encaje negro y que se abrochaba con botoncitos del mismo color. Puesto que los únicos camisones que había usado eran blancos y de decente tela de algodón, la prenda le resultó muy escandalosa. Sin embargo, si Poppy afirmaba que a los maridos les gustaba...
fb2epub
Drag & drop your files (not more than 5 at once)