Moriré y no habré dejado nada de valor en la tierra, porque no he fracasado en ningún oficio más que en este. Creo que Bolaño decía que escribir era dar una lucha en la que sabías de antemano que serías derrotado. La calidad de un escritor la da, supongo, la dimensión de esa batalla, pero nunca su victoria. Si la lucha de Roberto fue a muerte (y evidentemente, así fue), la mía ha sido un duelo con cuchillos de plástico contra un maniquí.