—¡Quiero sentirla! —le pido envolviendo los dedos en la tela de su camisa.
—¡¿Qué?! —pregunta con la respiración acelerada.
—Tu eyaculación.
Tensa la mandíbula tomándome del cuello.
—Demasiado pronto.
—No para mí. —Alzo la pelvis incentivándolo a que la suelte. Quiero repetir lo mismo que sentí en Brasil, ya que me estremeció el causarle aquella descarga.
Se le oscurecen los ojos mientras arremete con todo lo que tiene; sin embargo, no llega tan pronto. Embiste con estocadas certeras y besos feroces. Me aferro a sus brazos cuando presiento la llegada del orgasmo, el deseo me gana perdiéndome en llamas de inmenso placer. Me empapa y lo empapo cuando se corre en la entrada de mi sexo, antes de apartarse sudoroso y con la respiración agitada.