¿En qué consiste, por contra, el progreso sobre Homero, Sófocles, Platón o Dante? ¿Qué obra de teatro ha ido más allá de Hamlet? ¿Qué novela ha superado a Madame Bovary o a Moby Dick? Una poesía, por ejemplo de Rilke o de Montale, ¿significa un progreso sobre un poema de Safo o de Catulo? ¿Es Stravinski superior a Monteverdi? ¿Lo son Picasso o Bacon respecto a Giotto? El simple hecho de plantear la pregunta de este modo es una invitación al absurdo o es una pregunta mal formulada. La tentación de responder «No», de situar lo estético y lo filosófico en una constancia intemporal y dejar ahí la discusión (subrayando, una vez más, las diferencias abisales con las ciencias), es muy fuerte. El asunto, sin embargo, es de otra índole y exige un examen más detenido.
No es necesario volver a la cuestión de la historicidad o, dicho de otra manera, a la evolución de los materiales y medios de la producción estética (la filosofía se somete a la eterna pobreza de las palabras).