La Comisión de Pesadillas se reúne todos los jueves a las seis de la tarde. El presidente habla siempre de sus problemas personales. El secretario hace, por lo general, una moción de orden. Una secretaria toma notas taquigráficas que traerá mecanografiadas a la sesión siguiente. Los miembros de la Comisión de Pesadillas toman mucho café y nunca se ponen de acuerdo. Entre tanto, llega la noche, nada se ha decidido, se opta por volver a utilizar el material de siempre y se pospone para el jueves siguiente todo ordenamiento, toda renovación. Se duermen así, apoltronados en mis neuronas. Con funcionarios tan poco eficientes, no es extraño que mis pesadillas sean caóticas, repetidas, terribles.