El cielo de la selva

Para mis bisabuelas, que parieron demasiado.
Y para mis tías, que decidieron no parir.

La naturaleza de la muerte es una para todos, es un idioma común de las especies.

se viene a morir, a la vida me refiero, y a la selva también

El mundo, carajo, es una tumba abierta.

entonces supe que ya no me quedaba corazón, pero sí repugnancia, que podría vomitar la vida misma en cualquier momento.

Hay costumbres, carajo, que no se le quitan a una de la piel por más absurdas que sean y dios era mi costumbre. Más fiel a mi hábito que al propio dios al que invocaba, llamé a Santa y recé.

una niña la contempla con ojos aterrados y la madre corre a su encuentro para proteger a la chamaca.

En la selva, nadie escucha los gritos.
A nadie le importan los gritos porque la selva ha sido armada con ellos.

tuvieras tiempo y ganas de ser madre, seguro te quedabas ahí, arrobada, con el pecho desnudo, aunque no dieras leche ni vida, contando los mechoncitos de pelo y las ramas de las venas en el árbol que es el cuerpo de ese niño.

El mundo es una tumba abierta en la que me hundo.