Las biografías eran minuciosamente clasificadas en buenas y malas, mejores o peores, limpias o turbias, relevantes o irrelevantes, transparentes u oscuras, dignas de confianza o sospechosas, las que era bueno recordar y las que era mejor olvidar. La biografía constituía la respuesta universal a cualquier tipo de preguntas, el principio sin el cual todo conocimiento se reducía a una mera opinión. Hay palabras sobre cuyo significado es absurdo indagar, bien porque son tan básicas que se explican por sí solas y explican todo lo que esté relacionado con ellas, o bien porque puede resultar embarazoso evidenciar tu ignorancia preguntando por el sentido de algo que es tan obvio para todos. La palabra biografía era una de ellas. Una vez que se pronunciaba, no había más remedio que aceptarla.