No es que la escritura se proyecte sobre el cuerpo, o que se sienta en el cuerpo, o que caiga en el cuerpo: es el cuerpo. Si no llega a ese punto de solidez la siento como algo extraño. Cuando leo algo que me gusta de verdad, algo duro, fuerte, indudable, asume toda la realidad de golpe, y contra eso todo es abstracción. El resto no existe, o existe solo como una demanda de sentido. En lo real el sentido se escapa, no se puede saber hasta dónde llega, qué consecuencias puede tener, y el hecho de no saber es a la vez lo desesperante y lo maravilloso.