Me vuelvo y corro a los brazos de Shin. Ahora se me saltan las lágrimas.
—Más que donde se encuentran la tierra y el mar, esto es más bien donde se encuentran la montaña y el cielo.
Me abraza más fuerte.
—Estés donde estés, te encontraré.
—Te lo pondré más fácil. Porque estaré justo aquí. Contigo.
—Eso lo hace todo más fácil. —Se ríe y su aliento me hace cosquillas en la oreja. Luego, muy bajito, con un deje de duda en la voz, me dice—: ¿Te hará feliz ser la esposa de un dios?