–No tiene vida física, no tiene vida amistosa ni social, ¿cómo quiere que las cosas le vayan bien?
–No tengo vida, esa es la verdad. Y temo que sea hereditario. Observo a mis padres: no tienen vida. La gente de mi clase tampoco… Francamente, usted es la única persona de mi entorno que tiene vida. Enséñeme.
–Yo no puedo enseñarle a desear. Tenemos vida cuando sentimos deseo.
–Usted es la vida que deseo.
–Y yo no le deseo a usted. Y punto.