Las gratitudes

–Quería darte las gracias, Jérôme, gracias de merdad. Por lo que hiciste por ella. Por haber ido a La Ferté-sous-Jouarre, yo también lo pensé varias veces. Pero no me atreví. Tenía miedo de que fuese demasiado emotivo para ella, de que no pudiese resistirlo. Pero tenías razón.

Tenía una expresión serena. Como si se hubiera dormido así, con la agradable certeza de que no iba a levantarse.

Ha muerto mientras dormía.
Es la mejor muerte que podía esperar.
Lo sé.
Antes de haberlo perdido todo.

Pensé: me quedo con todo.
Con su sonrisa, con su tristeza, con sus ojeras.
Con la niña que fue al parque sin abrigo. Con la mujer que luce barriga debajo del abrigo.

Uno piensa que basta con dar muestras de cariño, con hacer gestos, pero no es verdad, hay que decir lo que se siente. Decir, esa palabra que tanto te gusta, Michka. Las palabras son muy importantes, no hace falta que te lo diga a ti,

Uno piensa que tendrá tiempo de decir las cosas, y cuando se quiere dar cuenta ya es demasiado tarde.

Yo hace tiempo que le perdoné. Pero ignoro si algo más es posible. Algo parecido al cariño.

Sin mirar lo que ha escrito, meto el papel en el sobre y lo cierro bajo su atenta mirada. Es lo mínimo que se merece, la dignidad ante todo

Sé que está dándolo todo, todo lo que le queda.

Se queda así unos minutos, con el lápiz en ristre. A la espera de que lleguen las palabras.
Soy consciente de lo que tardan. De lo lejanas, de lo profundas, de lo revueltas que están