preguntan si tengo hijos–, cada vez que debo resignarme a trazar en el suelo esa línea con tiza blanca que divide el mundo en dos (las que tienen, las que no tienen), me entran ganas de decir: no, no tengo, pero mira en mi vientre todos los hijos que no he tenido, mira cómo bailan al ritmo de mis pasos, solo piden que se les acune, mira este amor que he conservado convertido en lingotes, mira la energía que no he gastado y que queda ahí para repartir, mira la curiosidad cándida y salvaje que es la mía, y el apetito de todo, mira la niña que sigo siendo yo por no haber sido madre, o gracias a eso.