Un tercer testigo juró que un día, mientras ordeñaba, Julian Cox pasó por el patio en el que se encontraba y «de pronto se agachó y se puso a hacer marcas en el suelo durante un rato, y, mientras duró esto, el ganado se volvió loco, y algunos animales se lanzaron de cabeza contra los árboles, y la mayoría no tardó en morir».