Mi piel es del azul pálido de un cadáver. Mi vestido está manchado de musgo y barro. Mis dientes están hechos para que sea más fácil desgarrar la carne del hueso. Mis orejas también son puntiagudas, ocultas bajo una mata de pelo azul sucia y enmarañada, ligeramente más oscura que mi piel. No soy un hadita con unas bonitas alas de polilla. No formo parte de la aristocracia, cuya belleza vuelve a los mortales locos de deseo. Ni siquiera soy una glaistig, a la que apenas le hace falta usar un hechizo si lleva unas faldas lo bastante largas.