—Me gusta mucho —dice Carla—, nina.
Sonrío, pero intuyo algo más detrás de eso.
—Si hubiera podido elegir hubiera elegido una nena, una como Nina.
Cerca, la brisa mueve la soja con un sonido suave y efervescente, como si la acariciara, y el sol ya fuerte regresa una y otra vez, entre las nubes.
—A veces fantaseo con irme —dice Carla—, con empezar otra vida donde pueda tener una Nina para mí, alguien para cuidar y que se deje.