En ningún caso he pretendido decir, por tanto, que haya que terminar con los marcos morales, con sus horizontes de significado y con sus normas de decencia, ni nada parecido. Y no lo he dicho porque, aunque lo pensara —que no lo pienso—, algo así no sería posible. Pretender prescindir de la moral sería equivalente a independizarse del mundo, algo absurdo. Por lo tanto, no merece la pena continuar por esta vía. Pero hay dos cosas que sí son interesantes: la primera es mostrar el funcionamiento —la lógica— de un marco moral (sea metafísico y/o cultural), y la segunda es indicar que la ética, si existe, es precisamente una respuesta a una demanda que se da en una situación en la que el marco moral, sea el que sea, se rompe, se quiebra, se resquebraja. Como ha señalado Judith Butler, el marco no determina del todo lo que vemos, pensamos o reconocemos. En otras palabras, hay algo que excede al marco, que perturba nuestro sentido de la realidad y nuestra comprensión de las cosas.18 Ese elemento perturbador de la lógica moral es la ética. La ética es la zona oscura de la moral.