Es la madre, en efecto, la que inscribe al sujeto en el campo del lenguaje a través de los gestos de sus cuidados. «La alimentación y el cuidado del cuerpo, al igual que los chillidos, el llanto, la mirada y la sonrisa son ya lenguaje», afirma con razón Gennie Lemoine.24 Eso significa que, en contra de cierta retórica psicoanalítica que pretende excluir a la madre de la génesis del lenguaje, es la madre la que lleva al hijo el milagro de la palabra sobre todo a través de su voz, cuya densidad trasciende la estructuración puramente gramatical del lenguaje. También en este sentido la lalengua precede al lenguaje como estructura articulada semánticamente. Es la experiencia de una lengua hecha de cuerpo y, al mismo tiempo, la experiencia del cuerpo de la lengua.