Que aquel lugar continuara existiendo sin ella era algo que mi espíritu no podía comprender; y a pesar de que pocas veces o ninguna había ocupado mi pensamiento en aquellos últimos tiempos, ahora se me ocurrían las más extrañas ideas y la veía venir hacia mí por la calle, o creía que iba a llamar a la puerta de un momento a otro, en mis habitaciones, donde no había estado nunca. Hasta parecía notar el vacío de la muerte, y una perpetua sugestión del sonido de su voz o de algún aspecto de su rostro o de su figura, como si aún viviera y hubiera estado allí a menudo.