Elogio del fracaso

El instinto de supervivencia, por lo general, nos induce a ver nuestra existencia en el mundo como sólida, segura e incluso indestructible. Venimos al mundo con mecanismos incorporados de autoengaño que nos permiten olvidar qué frágil es nuestra condición y qué cerca estamos de no ser. Puede que el fracaso no suponga siempre una amenaza existencial, pero algunos encuentros con él nos recuerdan claramente nuestra precariedad fundamental

antes de afrontar la aniquilación, afrontamos el fracaso. El fracaso, como pocas experiencias humanas, nos coloca en una situación excepcional para comprender quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el mundo. La experiencia del fracaso nos proporciona, por encima de todo, una oportunidad para ver nuestra existencia en su desnudez

Pese a todo su potencial intelectual, su infancia se caracterizó por un esfuerzo desesperado por igualar a sus compañeros en todas las cuestiones prácticas, desde la escritura y el dibujo hasta los deportes o el simple hecho de ir andando por la calle

«El gnóstico», escribe, «de un modo visceral, imperioso e irremediable, cree que la vida, el pensamiento, el destino humano y planetario es una obra fallida, limitada y viciada en sus estructuras más básicas».

La inexistencia es una perfección del más alto rango; en cuanto algo se pone a existir, se degrada

Entre todos los viajes, el que se realiza en pos de nosotros mismos es el más difícil y el más largo. Pero no hay que preocuparse demasiado: si tomamos el fracaso como guía, tenemos una buena oportunidad para alcanzar el éxito. Al fin y al cabo, es lo que los mejores médicos han enseñado siempre: que lo que nos destruye también puede curarnos. El veneno de la serpiente es a la vez ponzoña y medicamento

Pues el fracaso es una experiencia profundamente turbadora, tan turbadora como la vida misma

Pues solo en el crisol de esta experiencia podemos alcanzar la humildad que nos da la oportunidad de ser curados de la soberbia y el egocentrismo, del espejismo y el autoengaño y de la mala adaptación a la realidad.

Necesitamos con urgencia la experiencia acumulativa de la desconexión, la interrupción y el desarreglo si queremos aceptar nuestra vecindad con la nada

Elogio del fracaso trabaja con una definición del fracaso evolutiva y ciertamente amplia. Sea lo que sea el éxito o buen suceso, por lo general entraña una «sucesión» de estados o acontecimientos (la palabra deriva del latín succedere, es decir, suceder, llegar después). Cuando algo fracasa, no tiene lugar la sucesión y aparece una sensación de vacío. Fracaso es lo que experimentamos como desconexión, interrupción o desarreglo en el curso de nuestra interacción organizada con el mundo y los demás, cuando algo deja de ser, o de funcionar, o de ocurrir como se esperaba. Conforme nos movemos por nuestros círculos del fracaso –o de manera directa, como una terrible experiencia personal, o de manera indirecta, mediante la imaginación y la contemplación–, acabamos conociendo de manera creciente esta desconexión, esta interrupción, este desarreglo. Y tal estado es el mejor punto de partida para un viaje hacia el autoconocimiento