—Me parece que os debo una disculpa —dijo Chloe desde el otro lado de la habitación.
El grupo se la quedó mirando con el ceño fruncido, en medio de un silencio resonante y confuso.
—¡Ajo y agua, panda de gilipuertas! —gruñó—. Me parece que os la debo, pero no os la voy a dar.