Soy tu padre en el campo, gilipollas. —Sonreí sombríamente y apreté para cortarle la respiración—. No lo ves porque eres un inútil subidito, narcisista e insignificante —dije, y apreté más fuerte—. Pero ellos sí lo ven. —Agité una mano tras de mí, haciendo un gesto al equipo, cuyos miembros estaban quietos, sin intención de intervenir ninguno—. Cada uno de ellos. Todos lo entienden. Todos saben que me perteneces —proseguí con calma—. Sigue presionándome, chaval, y no importará quién sea tu familia, porque estarás fuera de este equipo.