“Mi oficio es escribir y yo lo sé bien, y desde hace tiempo… Si hago otra cosa, si estudio una lengua extranjera, si intento aprender historia o geografía o taquigrafía, o si intento hablar en público o tejer o viajar, sufro… En cambio, cuando escribo historias, soy como alguien que está en su patria… Por lo demás, ni siquiera podría imaginar mi vida sin este oficio. Siempre estuvo; jamás me abandonó, ni por un segundo, e incluso cuando lo creí adormecido, sus ojos alerta y brillantes me estaban mirando”. No sabía si lo que escribía tenía valor y tampoco le importaba pensar que era una escritora muy pequeña. “Lo juro”. Lo único que no quería era compararse con otros; prefería pensar que “nadie fue nunca como yo”.