Continuaríamos viviendo uno al lado del otro, solitarios. Así que enterraría mis agravios, esos agravios que no quería olvidar. La idea de que alguna vez mi cólera me abandonaría, me exasperaba más aún.
Cuando regresé, encontré un mensaje sobre la mesa: "Me fui al cine." Empujé la puerta de nuestra habitación.