Este libro explora uno de los movimientos filosóficos más influyentes —y, en muchos aspectos, controvertidos— del siglo XX: el positivismo lógico. Surgido en el clima intelectualmente vibrante, pero políticamente fracturado, de la Europa de entreguerras, el positivismo lógico buscó establecer una nueva base para la filosofía, basada en la lógica, la ciencia empírica y la claridad lingüística. Fue un llamado radical a la acción contra la metafísica, el misticismo y lo que sus defensores consideraban las oscuridades y los excesos del discurso filosófico tradicional.
La idea central del positivismo lógico, también conocido como empirismo lógico, era engañosamente simple: solo las afirmaciones verificables mediante la observación empírica o la prueba lógica tienen significado cognitivo. Todas las demás afirmaciones, en particular las relativas a entidades metafísicas o absolutos éticos, debían descartarse por carecer de sentido; no necesariamente falsas, sino carentes del sentido que hace que una afirmación sea realmente discutible. Esta idea, a menudo denominada el «principio de verificación», constituyó el eje central del movimiento y moldearía los debates en filosofía del lenguaje, la ciencia y la epistemología durante décadas.
Sin embargo, el positivismo lógico no fue un monolito. Su desarrollo implicó a un grupo diverso de pensadores —entre ellos, miembros del Círculo de Viena, como Moritz Schlick, Rudolf Carnap, Otto Neurath y, posteriormente, A. J. Ayer en el mundo angloamericano—, cada uno con contribuciones y posturas cambiantes. Lo que los unía era su compromiso compartido con la claridad, la precisión y la creencia de que la filosofía debía ser una continuidad con las ciencias, no aislada de ellas. En este sentido, el positivismo lógico representó un proyecto tanto filosófico como cultural: el intento de introducir la razón, la lógica y el método científico en un mundo cada vez más dominado por la ideología, la superstición y la agitación social.
Sin embargo, la historia del positivismo lógico no es una de éxito ininterrumpido. A mediados del siglo XX, el movimiento fue objeto de constantes críticas. El principio de verificación en sí mismo demostró ser problemático —ni verificable ni analítico— y la ambición de eliminar toda la metafísica llegó a ser considerada por muchos como excesivamente reduccionista. Aun así, incluso con el declive del movimiento, su legado perduró. El rigor analítico que exigía se convirtió en la norma en muchos círculos filosóficos, y su influencia es inconfundible en la filosofía contemporánea de la ciencia, la lógica y el lenguaje.
Este libro no es una celebración acrítica del positivismo lógico, ni un rechazo total. Más bien, busca rastrear la historia, articular los argumentos y evaluar el impacto de esta escuela filosófica con imparcialidad y claridad. Mediante un análisis minucioso de sus principios, desarrollos, tensiones internas y críticas, buscamos comprender tanto el atractivo como las limitaciones de la visión positivista lógica.
En una época marcada nuevamente por la incertidumbre, la desinformación y la confusión epistemológica, revisar las aspiraciones y los desafíos del positivismo lógico no es un mero ejercicio histórico. Es un imperativo filosófico.
Empecemos.