Esta herida llena de peces

quiero decirle al niño que cuando llueve las hojas parecen mariposas, el peso del agua las convierte en alitas capaces

la gente lanza preguntas al cielo, pero no lloran porque en la guerra no hay tiempo para eso.

Le duele la cicatriz de los tres hijos perdidos. Duele, todo duele: que el niño se quede, que se vaya. Tener un hijo es garantía de sufrimiento y ella tuvo cuatro.

Es un viaje sin retorno. Me olvidará como el agua dulce olvida al Atrato cuando entra al mar.

Orquestas de brujas recién paridas juran que una mujer que no ha tenido hijos no sabe de dolor ni de aguante, que es una pobrecita incompleta.

Abrir los ojos bajo este río es inútil: sólo sombras. Me doy vuelta y floto cerca de la orilla. Ojos cerrados al cielo. Mi cuerpo a la deriva en el agua tibia, bajo el canto de los pájaros, sobre peces pequeños que me acarician los pies y nadan entre mi pelo con hambre, siempre con hambre.

Llegar de noche a un pueblo es como no haber llegado.

En lo profundo no hay espacio para lo que no pertenece a ese lugar, lo que no ha nacido allí, flota.

Veintitrés que pueden ser treinta o más; una edad en la que no da miedo quedarse entre dos oscuridades: el cielo y el río.

pueblo con río.