Y mientras ella me halaga pensando en el otro, tal vez la que el otro lleva en sus brazos piensa en mí, y acepta al otro con resignación, obedeciendo a la fatal pasividad del sexo… Las pobrecillas, ¡qué diablo!, no pueden…
Y si de aquel baile sale una boda… la situación será la misma. La elegida por mí vendrá a mi casa, mientras su deseo entra por la ventana del vecino; se apoyará en mi brazo, mientras otro brazo sería el que la hiciese estremecerse de júbilo; dará a luz mis hijos según la carne, que serán, según el espíritu, los hijos de otro, del soñado, del anhelado… Y me será fiel, materialmente, porque al otro —el que ella hubiese adorado—, no se le ocurre extender la mano y apoderarse de lo que le pertenece en virtud de las leyes del corazón