Bocetos de natación

nadadores ponemos al entrenador por encima de todo. Lo admiramos, somos vulnerables, estamos desnudos y mojados frente a él. El entrenador nos ve débiles, nos debilita, cuenta con nuestra confianza, hacemos lo que nos dice. Es una relación como de guardián, padre, madre, jefe, mentor, carcelero, médico, psicólogo y maestro. Mitch me rompió el corazón.

Pienso en por qué dejé de nadar, dejé Toronto, dejé Canadá. Sé que existen dos lados, dos vidas, las siento con nitidez; no la vida de deportista y la vida adulta sino la vida del cuerpo y la vida del corazón.

Dijo Kossoff sobre su práctica, en una entrevista de 2007, a los ochenta años: “Todos los días empiezo y pienso: ‘Hoy voy a lograr aprender a dibujar’… no importa que lo vengas haciendo hace años, siempre es empezar otra vez, uno siempre tiene que empezar otra vez”.

Hay una cita de Dirigir cine, de David Mamet, que subrayé en 1993 y nunca olvidé: “Stanislavski escribió que lo difícil se volverá fácil y lo fácil habitual para que lo habitual se vuelva hermoso”.

Para un deportista el dolor no es un elemento disuasorio, porque el único momento en que el dolor será eclipsado es cuando practica o cuando compite.

Pienso en las limitaciones que requiere esa condición de “especial”: hacer muy bien una serie de cosas para nada especiales, una y otra vez, un millón de veces, de modo que algo especial pueda pasar, tal vez, mucho después.

Estuve buscando esa figura –la del entrenador– a lo largo de toda mi vida.

La natación es mi juventud incorpórea, pero me estoy convirtiendo velozmente en un presente corpóreo.

Todo lo erótico es superado por una animalidad indiferente. Como si en nuestra amable inexpresividad nos estuviéramos frotando unas contra otras, rozando nuestros pelajes, nuestras similitudes.

Pienso en algo que escribió el psicólogo Adam Philips: “Nuestros excesos son la mejor prueba que tenemos de nuestra pobreza; y la mejor manera de ocultárnosla”. Pienso en mis propias colecciones (de viejos pantalones blancos, libros de tapa dura, toallas a rayas, trajes de baño, naranjas artificiales) y me pregunto cuáles son mis carencias ignoradas. Me pregunto: ¿con qué me encontraré si dejo de acumular?