Johanna Lindsey

Cuanto menos tiempo pasara con gente, mejor.

—Sea lo que sea lo que estés pensando, niña, olvídalo. Sí, te meteré una bala en la pierna y, sí, lo haré aquí mismo, por si lo dudabas.

—¿Crees que le permitirán a Noble seguirme si…?

—¿A quién?

—A mi caballo.

—Bonito nombre.

Aquel hombre era una verdadera obra de arte.

La carcajada de Degan fue espontánea, pero tan breve que Max dudó haberla oído.

Luego se dio cuenta de que había sido su manera de hacerle saber lo que opinaba de que le pusiera una navaja de afeitar en el cuello. Sin embargo, le interesaba más el hecho de que se hubiera reído, aunque fuera para mofarse, cuando evidentemente no quería hacerlo.

Había curvado levemente los labios y ella no supo si sonreía realmente. Seguramente no, pero no cabía duda de que su tono había sido irónico.

Era tempestuosa, pero adorable. ¡Oh, sí! Más que eso. Era demasiado hermosa para su tranquilidad, por lo que debería haber estado contento de no ser capaz de encontrarla. Pero no lo estaba.

No había vuelta de hoja: se sentía atraído por ella.

Aquellas palabras la envolvieron como una brisa cálida. Habría sido demasiado fácil abrirle los brazos a aquel hombre, pero él no negociaría.