Son unas aguadas de una libertad total, en las que llega al extremo de su proceso de eliminación de lo superfluo, y en las que alcanza una condición propia del arte taoísta: sugerir lo que no puede ser dicho mediante un mínimo de formas y, así, despertar lo que no tiene forma; mostrar solo lo necesario renunciando incluso al volumen, a la sensación de profundidad; advertir sobre lo que no aparece pero, sin embargo, está.