Marina Tsvietáieva

No conozco influencias literarias, conozco influencias humanas.

Yo diría que la tierra bajo los pies de Balmont está siempre elevada, es decir que él ya camina por un primer cielo bajo la tierra.

(No es a ti, querido, a quien le tenía miedo, sino – a afligirte, aunque sea por un momento. Pues la pipa estaba llena – por amor).

La ceguera – es una pena divina

Encima de Petersburgo se detuvo la tormenta de nieve. Estaba detenida, precisamente, como un trompo dando vueltas, – o como un niño girando en círculos – o como un incendio.

Pero la voz no estaba aquí. Como si la voz se demorara en unirse a los ojos, la voz llegaba desde el fondo del salón, y de la vida… ¿O podría ser, que era yo, cautivada por los ojos, la que no llegaba a tiempo? Primera sensación que producía esta voz – era como si me hablara una persona a través de un río

Era agradable – tan opuestos – y tan cerca. Una satisfacción como por una rima perfecta y poco común.

y yo te regalo mi ciudad de campanas –
Ajmátova – mi corazón, además, agregando

Deben ser tan fríos, en los confines
del paraíso, uno para el otro – los serafines…

Y suspiro de nuevo libremente,
creyendo – como un niño – en la excelencia.
Esto puede no ser el amor, en su esencia,
pero, tanto…

(¡con una pausa prolongada, y – mit Nachdruck [con énfasis] – de todo su ser!)

se p a r e c e...

(casi inaudible)

...a la dicha, realmente.

Y todos ellos murieron, murieron, murieron…

Murieron los hermanos Seriozha y Lionia, murieron los amigos: Lionia y Esenin; murieron mis queridos redactores de la revista Apuntes del Norte Sofia Isaákovna y Iákov Lvovich; murió más tarde que todos en Varsovia – el Lord, y ahora murió Kuzmín.

Los demás – son sombras.