habla lentamente, aspirando aire con frecuencia, para implicar en ello su cuerpo, involucrarlo en sus palabras, convertir el diagnóstico en empatía, habla como si cincelase una materia, y ahora se miran a los ojos, están frente a frente, es eso, eso nada más, un frente a frente total, y éste se realiza a la perfección, como si hablar y mirarse fuesen el anverso y el reverso de un mismo gesto, como si de lo que se tratase fuera tanto de hallarse frente a frente como de enfrentarse con lo que acontece en una de las habitaciones del hospital.