Laia no tenía nada de él, excepto su nombre escrito en el archivador. No había conservado sus cartas, era sensiblero guardar las cartas. Además, ella nunca guardaba nada. No podía pensar en nada que hubiera poseído durante más de un puñado de años, excepto aquel cuerpo viejo y destartalado, por supuesto, eso no se lo podía quitar de encima...