Luisa Josefina Hernández

Era un libro de esos que se leen a cucharadas, como si fueran grandes tragos de aceite y que tienen la particularidad de que los personajes no se suicidan

Otro aspecto que me parece muy destacable y que se encuentra estrechamente ligado al desarrollo de los personajes es la dimensión filosófica de la novela

Puede una mujer –una mujer pobre– ser dueña de sí misma? ¿Puede una mujer pobre aspirar a ser dueña de su propio deseo? La historia que se narra en estas páginas da cuenta del modo lento e implacable en que se enzarza la hiedra que va recluyendo al personaje en una prisión hecha de miedo, precariedad, nulificación, desa­mor y abandono: de impiedad

Fue así como nos dimos a la tarea de crear la presente colección, para dar respuesta a lo que la misma Luisa Josefina Hernández declara en sus Memorias: “Pienso que en ciertos países el verdadero peligro es el olvido, por descuido de editoriales y de universidades. Con esto quiero decir que existe la obligación de proteger la cultura nacional, y esto significa hacerla llegar al prójimo y al mundo. Se hace con estudios y con ediciones cuando los libros se agotan.”

Ya sabes que de las Euménides que me persiguen, la más feroz es la de la compasión. Me dejo caer en gotitas empalagosas sobre el agente provocador y luego lo detesto tanto, que me gustaría sacarlo al aire y al sol, para que sea exterminado en una repentina invasión de moscas y de hormigas. Y así estuve toda la tarde de hoy, segregando miel, como una colmena vieja y vengativa

Yo sé que él es un hombre bueno, que su sola desgracia es pertenecer a la raza de los que traicionan bajo pretexto

He abierto la ventana, me he deleitado en los fluidos de la calle, he respirado su aire y creo que hasta me ha parecido ser una mujer cualquiera, de esas que se miran desde afuera, detrás de las ventanas de las casas. Sí, debo de ser como ellas; con una vida de pequeñas sorpresas repetidas y de arrepentimientos sobre luchas sin importancia.

nos ojos que no ven más allá de lo que miran y una boca que no sonríe más que al objeto de su sonrisa.

Tal vez todo el consuelo que tuve de su compañía nació de saber que era independiente de él y podría entrar y salir libremente de su mundo.

–A mí no se me había ocurrido tampoco que no estuvieras feliz. Te gustan las situaciones intensas, debes de gozar mucho.

“Situaciones intensas.” Es un curioso modo de llamar a los pecados