El politeísmo y la división de los árabes disgustaban a un joven y apuesto mequí llamado Mahoma. Él era sólo un humilde camellero de caravana, pero había viajado a Siria e Iraq, donde existían prósperas comunidades cristianas y judías, y había comprobado la eficacia de la religión como elemento de cohesión social.
— Si los árabes tuviéramos algo parecido.