—¿Debo recordarte las horribles criaturas que Minerva House nos ha revelado?
Maridos violentos, tíos y hermanos fanáticos, hombres tan perdidos en el fondo de una botella que no eran capaces de dar de comer a sus hijos…Por no olvidar a mi querido padre, al que no le importó apostar todas las propiedades que poseía, e incluso a su propia hija, dejando sin reputación y sin dinero a su heredero. —Negó con la cabeza—. Si he aprendido una cosa en la vida, Lara, es que la mayoría de los hombres no valen la pena. Y los que la valen, no buscan esposa en los campos de Yorkshire ni se fijan en una solterona como yo.
—No todos son malos —señaló Lara—. Debes admitir, Isabel, que las chicas que se alojan en Minerva House se han topado con la escoria de la humanidad. Quizá los hombres como ese —señaló la revista— sean diferentes.
—A pesar de que lo dudo, te otorgaré el beneficio de la duda. No obstante, debemos ser honestas con nosotras mismas: no soy el tipo de mujer capaz de dar caza a nadie. Mucho menos a un caballero sobre el que escriben un artículo en una revista femenina ensalzando sus excepcionales cualidades.
—Tonterías. Eres preciosa, inteligente e increíblemente competente. Y además, hermana de un conde. Todavía mejor, de un conde que aún no ha arrastrado su nombre por el lodo —aseguró Lara con énfasis—. Estoy segura de que este caballero tan elegible se enamoraría de ti al instante.
—Sí, bueno, además estoy a casi trescientos kilómetros de Londres. Imagino que lord Pluscuamperfecto ya está siendo perseguido por una buena colección de afortunadas señoritas que no reciben su ejemplar a través de una suscripción por correo.
—Quizá no sea él el elegido