Un niño que mira y escucha en vez de ir a lo suyo, que sabe jugar y no lloriquea, que es gracioso pero no harta, alguien en quien se puede confiar…, ese niño tendrá amigos allá donde vaya. Gustará a sus profesores y a sus padres y, si presta atención a los adultos, recibirá de ellos la misma atención, además de sonrisas y gratas enseñanzas. Saldrá adelante en lo que tan a menudo es un mundo frío, implacable y hostil. Los principios claros de disciplina y castigo establecen un equilibrio entre indulgencia y justicia que favorecen de forma óptima el desarrollo social y la madurez psicológica. Las reglas claras y la disciplina apropiada ayudan al niño, a la familia y a la sociedad a establecer, mantener y expandir el orden, que es todo lo que nos protege del caos y de los terrores del inframundo, allí donde todo es incierto, donde todo provoca ansiedad, desesperanza y depresión. No hay mejor regalo que unos padres responsables y valientes.
No permitas que tus hijos hagan cosas que detestes.