Lydia Vázquez Jiménez

  • Alba Ramírezhas quoted2 years ago
    El primer eco del mundo me llegó por mi madre.
  • Diego Zapatahas quoted7 months ago
    la creación literaria se asemeja a una eyaculación»
  • Diego Zapatahas quoted7 months ago
    Una conclusión cínica y lógica, esto es el matrimonio, elegir entre la depresión de uno u otro, la de los dos es despilfarrar.
  • Erick Chas quotedlast year
    Mis mujeres, las mías, vociferaban todas, tenían el cuerpo descuidado, demasiado pesado o demasiado plano, dedos rasposos, caras sin pintar o, al contrario, maquilladas como puertas,
  • Alba Ramírezhas quoted2 years ago
    Ella es la fuerza y la tempestad, pero también la belleza, la curiosidad de las cosas, figura de proa que me abre las puertas del futuro y me afirma que no hay que tener nunca miedo de nada ni nadie.
  • Alba Ramírezhas quoted2 years ago
    El primer eco del mundo me llegó por mi madre. Nunca he conocido esos interiores silenciosos con justo el tacatac de la máquina de coser, los ruidos discretos de las madres que hacen que el orden y el vacío nazcan de sus manos.
  • Alba Ramírezhas quoted2 years ago
    busco mi recorrido de niña y de mujer y sé que al menos una sombra no ha planeado sobre mi infancia, la idea de que las niñas son seres dulces y débiles, inferiores a los niños.
  • Alba Ramírezhas quoted2 years ago
    Una niña que busca el máximo placer y la máxima dicha sin preocuparse por el efecto que produce en los demás.
  • Alba Ramírezhas quoted2 years ago
    atreverse, la gran palabra, a que no te atreves, a llamar a casa de la tía Lefebvre, a decir eso delante de todos, a alzar la voz, a robar melocotones. No sabía que en otro lenguaje esa alegría de vivir se llamaba brutalidad, mala educación. Que la buena, para las niñas, consiste en no hablar a voces como una verdulera, decir jolín o miércoles, no vagabundear por la calle.
  • Alba Ramírezhas quoted2 years ago
    Oh la grandeza del don, la belleza de las hermanas mayores sacrificadas, el encanto de las niñitas serviciales que ofrecen las galletitas saladas durante el aperitivo. Eso en casa no vale, se desprecia incluso. Y la fascinación de la niña por creerse útil, a la que le basta ordenar su cuarto y recoger la mesa para sentirse querida, es algo que también desconozco. Responsable únicamente de mí y de mi futuro. Confusamente terrible, en raras ocasiones: sería tan fácil agradar pelando la verdura, siendo cariñosa con todo el mundo, aplicándome en la escuela. En muy raras ocasiones. El cielo gris pesado de septiembre, las voces masculinas tumultuosas a lo lejos, en el bar, los ásteres zumbando de tantas abejas, enseguida la vuelta a clase. El futuro. Tengo entre siete y diez años, sé que estoy en este mundo para hacer algo. Ningún hermano me obstruye el horizonte con su destino prioritario.
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