El desarrollo medieval de las grandes religiones monoteístas oscila entre dos polos y, sean cuales fueren las diferencias entre ellas, es precisamente en esta tensión y en las controversias que genera donde más se acercan. Se trata de la tensión entre las fuentes originarias de su mundo religioso en los escritos canónicos, recibidos como revelación, y el mundo del pensamiento especulativo, que desde la herencia de la filosofía griega penetra en el ámbito de las representaciones originariamente religiosas, pretende dominarlas, compite con ellas y las transforma. De esa tensión nace el mundo de la teología, que a su vez constituye una herencia, un tesoro de ideas, representaciones e imágenes, que ejerce un influjo constitutivo sobre la experiencia religiosa que nunca ha cesado de ser vivida.