Según Kubizek, Hitler era «un joven escuálido, sumamente pálido», aunque siempre vestía de forma impecable. Su atuendo consistía en sombrero negro de ala ancha, guantes oscuros de cabritilla, bastón negro con puño de marfil, y levita negra, ofreciendo la imagen de un perfecto petimetre. En invierno se cubría con un abrigo negro forrado de seda.
Aparte de periódicos y folletos, el joven Hitler devoraba toneladas de literatura. Kubizek recordaba años después: «No puedo imaginarme a Adolf sin un libro en las manos. Tan pronto como terminaba la lectura de un libro comenzaba a hablar sobre él y a mí no me quedaba más remedio que escucharle pacientemente, me interesara o no el tema». Apenas había un tema que no le interesara; historia, teatro, religión, filosofía, estrategia militar, arte, técnica, economía, biología o medicina. Gracias a su excelente memoria, realmente fuera de lo común, lograría acumular en su mente conocimientos que años después llegarían a sorprender a especialistas en esas materias. Sin embargo, su vicio de leer carecía de sistema y de método, de lo que resultaría una formación