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Jesús Hernández Martínez

  • olgaumberthas quotedlast year
    En 1837, una campesina de 42 años, Maria Anna Schicklgruber, tuvo un hijo natural,
  • Henri López Pinedahas quotedlast year
    Esto es típico de este mundo burgués; son cobardes en los momentos de peligro y fanfarrones cuando todo ha pasado».
  • Joan Garcíahas quoted7 months ago
    Para él, las cualidades que permitían al hombre conseguir sus objetivos eran la astucia, la habilidad para falsear la realidad y la eliminación de todo sentimentalismo y, por encima de todo, la fuerza de voluntad.
  • Joan Garcíahas quoted7 months ago
    «Comprobé entonces una cosa que había sentido en lo más profundo de mi corazón, pero que jamás había podido conocer con certeza: ¡Yo sabía hablar!
  • popsipatitaspaola0908has quoted2 years ago
    Según Kubizek, Hitler era «un joven escuálido, sumamente pálido», aunque siempre vestía de forma impecable. Su atuendo consistía en sombrero negro de ala ancha, guantes oscuros de cabritilla, bastón negro con puño de marfil, y levita negra, ofreciendo la imagen de un perfecto petimetre. En invierno se cubría con un abrigo negro forrado de seda.

    Aparte de periódicos y folletos, el joven Hitler devoraba toneladas de literatura. Kubizek recordaba años después: «No puedo imaginarme a Adolf sin un libro en las manos. Tan pronto como terminaba la lectura de un libro comenzaba a hablar sobre él y a mí no me quedaba más remedio que escucharle pacientemente, me interesara o no el tema». Apenas había un tema que no le interesara; historia, teatro, religión, filosofía, estrategia militar, arte, técnica, economía, biología o medicina. Gracias a su excelente memoria, realmente fuera de lo común, lograría acumular en su mente conocimientos que años después llegarían a sorprender a especialistas en esas materias. Sin embargo, su vicio de leer carecía de sistema y de método, de lo que resultaría una formación
  • popsipatitaspaola0908has quoted2 years ago
    Las observaciones de Kubizek nos pueden servir para comprender la reacción que, años después, experimentaría el público que asistía a sus discursos: «Me maravillaba una y otra vez la fluidez con la que se expresaba, la claridad con la que lograba transmitir sus sentimientos, la facilidad con la que las palabras fluían de su boca cuando se dejaba llevar por sus propias emociones». Lo que impresionó a Kubizek al principio «no fue lo que decía, sino cómo lo decía. Era algo nuevo y magnífico
  • popsipatitaspaola0908has quoted2 years ago
    para mí. Nunca me había imaginado que un hombre pudiera producir un efecto semejante con meras palabras».

    Kubizek veía a su amigo como un héroe, motivado por su determinación en llegar a ser pintor, la misma que él abrigaba por llegar a ser músico.
  • popsipatitaspaola0908has quoted2 years ago
    Hitler dejaría escrito en Mein Kampf que esa ciudad le enseñó todo lo que tenía que saber en la vida. Aunque Hitler se sintió atraído por el ambiente artístico de la capital, frecuentando los teatros y la ópera y despertándose en él la fascinación por Wagner, lo que más llamó su atención fueron las corrientes sociales y políticas, especialmente el antisemitismo y la ideología nacionalista. No obstante, su pangermanismo había surgido ya con fuerza en Linz, en donde Hitler se dedicaba a leer con asiduidad los diarios que defendían la integración de Austria en una Gran Alemania y que hablaban de los «compatriotas alemanes».

    Uno de los productos más confusos de la literatura panfletaria racista era el folleto Ostara, editado por un antiguo monje cisterciense que, en 1899, abandonó su monasterio y cambió su nombre, Adolf Josef Lanz por el de Jörg Lanz von Liebenfels. Instalado en un castillo, desplegó una bandera con la cruz gamada y se dedicó a predicar una nueva ideología basada en la pureza racial. Su mefítico vocabulario incluía descripciones de lo que él entendía como esterilización, deportación y exterminio de los individuos de «razas inferiores». Esa publicación quincenal, que mostraba atrayentes portadas, cayó en manos de Hitler, quien absorbería su contenido con la avidez de una esponja.

    Por entonces, los judíos eran quienes, a ojos de Hitler, representaban ese papel de «raza inferior». La capital austriaca contaba con una amplia colonia judía, tanto en las capas altas de la sociedad como en las más humildes. Estos últimos, carentes de medios, habían llegado desde la región de Galitzia y eran visibles en las calles de Viena al ir vestidos con el típico caftán y mostrar largas barbas y tirabuzones en las sienes.
  • popsipatitaspaola0908has quoted2 years ago
    Hitler sentiría una obsesión especial por la imagen de la inocente muchacha alemana que es seducida por el pérfido judío: «El judío joven, de negra cabellera, permanece en acecho hora tras hora, contemplando con mirada satánica y espiando de continuo a la confiada muchacha a quien piensa seducir, adulterarle la sangre y arrancarla del seno de su familia». Hitler alude también a la «visión de pesadilla que constituyó la seducción de cientos y de miles de jovencitas a manos de judíos bastardos, repulsivos y contrahechos».
  • popsipatitaspaola0908has quoted2 years ago
    De esos diez años de lecturas desordenadas y dramáticas experiencias personales, Hitler surgió pertrechado de un paquete de ideas fijas y de prejuicios que apenas cambiarían durante el resto de su vida, como eran su odio a los judíos, su desprecio por los valores democráticos, su preferencia por las formas autoritarias de gobierno, su nacionalismo intolerante, su creencia en la desigualdad de las razas e individuos y en las virtudes heroicas de la guerra.
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