Lo que destruye el totalitarismo es esta convención de base, que presupone que todos los seres humanos pertenecemos a una misma especie. La teoría nazi niega de forma específica que exista nada llamado «la verdad». Tampoco, por ejemplo, existe «la ciencia», en el sentido estricto de la palabra: lo único que hay es «ciencia alemana», «ciencia judía», etcétera. El objetivo tácito de tal argumentación es un mundo de pesadilla en el que el Líder, o la camarilla gobernante, controla no solo el futuro sino también el pasado. Si el Líder dice de tal o cual acontecimiento que no ha sucedido, es que no ha sucedido.