Pensé en que Bree y yo parecíamos muy diferentes y, sin embargo, éramos muy similares. Ella cargaba con la culpa de no haber luchado cuando pensaba que debía haberlo hecho, y yo tenía una cicatriz por lo que sucedió cuando lo hice. Cada uno habíamos reaccionado de forma diferente en un momento de terror y a los dos seguía doliéndonos. Quizá no había razones para ello, quizá no todo era negro o blanco, sino de mil tonos diferentes de gris cuando se trataba de dolor y de lo que cada uno nos sentíamos responsables.