años más tarde, se compadeció de los adultos al descubrir inesperadamente que habían desaprovechado el paraíso del que los niños disfrutaban con toda naturalidad.
—¡Ah, era terrible! —le contó su madre—. ¡Qué peleas teníamos entre nosotros! Siempre se ofendía alguien, el ambiente se enrarecía y luego todo el mundo pedía perdón a los demás alegando que no había sido culpa suya.